viernes, 20 de noviembre de 2015

SIN PUERTO UNA CIUDAD MUERTA

Para algunos la memoria histórica es relativa. Quizás no sepan lo que pasó con el Erkowit, el Urquiola, no recuerden el Mar Egeo o piensen que el Prestige es una leyenda. Desconozcan, quizás, que somos la ciudad del mundo más golpeada por desastres ecológicos marinos. 

También puedan desconocer que la calle Oleoducto se llame de esa forma porque  por sus entrañas fluyen diariamente, entre decenas de miles de personas y miles de casas, toneladas de petróleo. Calle bautizada de esa manera para que no quedase en olvido que algún día, a alguna generación de coruñeses, le tocaría eliminar semejante bomba de relojería. 

O posiblemente piensen que las nubes de cereales y carbón sobre los barrios fueran meros fenómenos atmosféricos. Posiblemente sea todo eso lo que lleve a algunos a poner en duda el Puerto Exterior. O porque desconozcan la realidad del desarrollo histórico de esta ciudad con sus escasos 37,3 Km cuadrados de superficie. De A Coruña.

La historia demuestra que todos los pasos de desarrollo de nuestro puerto tienen que ver con la riqueza de la ciudad y con su transformación urbana. Y que la una sin la otra no sirve para nada. Nuestros antepasados lo supieron muy bien.

Por ello retirar de nuestro subsuelo semejante estructura, evitar que al centro de la ciudad entraran petroleros y gaseros, alejar de los miles de vecinos que viven en Los Castros los mega depósitos, las descargas de carbón, la contaminación por cereales era el primer paso de un nuevo salto cualitativo como ciudad. Para, desde una visión moderna, cívica y urbana, conseguir que los centenares de miles de metros cuadrados de estructuras obsoletas pasasen a ser usados por los vecinos y, con las necesidades del siglo XXI, se pudiesen abrir nuevos horizontes a nuestro territorio municipal. Hacer desaparecer el peligro, la contaminación y desarrollar armónicamente la ciudad.

Una ciudad marítima sin un puerto vigoroso está condenada a su muerte por inanición. Por ello tiene que luchar por una actividad portuaria sin límites tecnológicos, ni encorsetada por límites físicos. Es necesario reinventarla como generadora de empleo, nuevas formas de negocio portuario para competir en tamaño y localización, con infraestructuras viarias y ferroviarias del mismo nivel, con los mejores puertos del arco atlántico. 

Por eso se soñó, se pensó, se estudió, se luchó y por fin se hace realidad un nuevo puerto exterior que garantiza todo ello.  Un nuevo puerto para todo un nuevo siglo, un nuevo futuro para la mayor empresa de la ciudad.

Una conquista de toda la ciudad, para la que fue preciso mucho esfuerzo, determinación y apoyos. Determinación de los Gobiernos Municipales con sus Alcaldes socialistas al frente. Esfuerzo de tres presidentes de la autoridad portuaria y sus consejos de administración. Apoyos múltiples, que ejemplarizo en del editor de La Voz de Galicia, Santiago Rey Fernández-Latorre, decisivo para convencer a los diferentes Gobiernos de la Nación de la necesidad de licitar, iniciar y mantener su construcción. Como tampoco fue baladí la decisión del Ministro José Blanco de solucionar, con una financiación puente, su finalización.

Pero no era solo construir un Puerto Exterior. Hubiésemos fracasado como generación si solo hubiésemos decidido eso. Era fundamental aprovechar, como hicieron nuestros antepasados cuando derribaron las murallas de Juana de Vega, crearon el muelle de hierro, o construyeron el dique de abrigo, o ampliaron el muelle en Linares Rivas, o construyeron el muelle del centenario para hacer ciudad, crecer como metrópoli y hacerlo con calidad y generando bienestar. 

Por eso se buscó al mejor urbanista en recuperaciones de espacios y fachadas portuarias, el profesor Busquets, para estudiar y dar una respuesta sostenible, urbana, responsable y moderna a la nueva ciudad que se abría ante nosotros. Y la ciudad hizo el Plan Busquets, un plan de parques, avenidas, nuevas entradas a la ciudad, edificios para industrias limpias, nuevas edificaciones respetuosas con el entorno, actividad económica terciaria y recuperación de la bahía para los coruñeses.

El objetivo era triple, solucionar el grave problema medioambiental y de seguridad, propiciar un nuevo crecimiento de la ciudad con parámetros de calidad, de rigor y de planificación, y garantizar para un nuevo siglo viabilidad a la actividad portuaria.

Todo eso lo permite el Puerto Exterior. La ciudad no solo debía y tenía que exigirlo, es que lo merecía. Una inversión bien barata para lo sufrido a lo largo de la historia, cuatro grandes accidentes marítimos e incontables sustos en tierra, unas estructuras de gran peligro y contaminación a lo largo de la ciudad y una limitación en la calidad de vida de los miles de vecinos de los barrios de la Gaiteira, Oza, Los Castros. Una inversión adecuada.

Porque esa es la historia de nuestro puerto y de las generaciones de coruñeses desde los principios de la historia, creciendo, ganando al mar, modelándose entorno a la bahía y, llegado a su límite, dar nuevos saltos. Ahora es el de una gran superestructura que le permita seguir siendo la vanguardia del crecimiento de una ciudad en constante modernización durante un siglo más. Por eso y para todo eso es el Puerto Exterior.

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