viernes, 4 de septiembre de 2015

Las croquetas de la abuela.

Desde hace varios años aparecen en los menús de los restaurantes, y en las diferentes estanterías de las tiendas de alimentación, productos que llevan el subtitulo "de la abuela". Si la nostalgia personal, de los años de niño, nos evoca a la tortilla de mama, los emparedados de la abuela, la paella de papa... etc como la mejor comida, la industria de la alimentación y los reclamos de los restaurantes, bares o chiringuitos intentan, en estos tiempos, retrotraernos a esas fechas. Incentivando un recuerdo imaginario propenso a catalogar aquellos hábitos alimentarios como más saludables.

Por los datos científicos conocidos ni aquellos tiempos permitían hábitos alimentarios del todo saludables por las características del producto utilizado, ni lo que ahora intenta vender tampoco. Sin embargo el recuerdo de tiempos felices, los de nuestra infancia, parece que incitan a ese consumo pues los asociamos a garantía de calidad y buena dieta. El mensaje es simple: ante la supuesta mala calidad de lo que se ofrece en estos momentos por la industria alimentaria, se contrapone la bondad, simpleza y originalidad de la cocina de nuestras abuelas.

Ocurre lo mismo en la acción política. La democracia avanzada de las sociedades europeas, y por lo tanto nuestra democracia, permite el mejor espacio para la acción política de todos los tiempos. Sin embargo aparecen colectivos y grupos, que para sobrevivir o empezar a vivir, potencian la nostalgia de que estructuras y articulaciones predemocráticas o del inicio de la democracia son las mejores para estos tiempos convulsos.

Quizás una frase que las resume en España  podría ser la que se hizo famosa entre la "pureza" de cierta izquierda en los años 80: "Contra Franco* vivíamos mejor". Explicaba, en cuatro palabras, la nostalgia de ser referentes cuando los ciudadanos no lo podían decir con sus votos, y así poder vocear que hablaban por el pueblo o que representaban de forma mayoritaria las ansias de los más desfavorecidos. Aunque luego los votos daban legitimidad a otros, casualmente.

Ahora aparecen partidos emergentes, alentados por comunicadores también emergentes, que nos explican que es más democrático las asambleas abiertas que las estructuras de partido organizado, o las votaciones asamblearias que las decisiones mayoritarias y estructuradas entorno a ejecutivas dirigentes, o las decisiones colectivas permanentes que las emanadas por las decisiones de los congresos.

Grupos y políticos que para hacerse un hueco en el sistema político y convertir su estrategia en táctica para articular una oferta electoral, intentan seducirnos con arcadias felices alterando la realidad política de nuestras sociedades avanzadas. No dudan en aprovechar las secuelas sociales y humanas de la crisis financiera para retrotraernos a la nostalgia de un tiempo lleno de buenismo, placidez y calidad democrática. Intentando, por el camino, crear más confusión en una sociedad noqueada por la profundidad de la crisis y de paso arrimar el ascua a su sardina.

En la bolsa de las croquetas, si prestamos atención a los componentes del producto y obviamos el reclamo de la publicidad, vemos que están llenas de sucedáneos, grasas saturadas o trans y decenas de conservantes y edulcorantes para que puedan comerse. En estos "nuevos" partidos también observamos alambicada ingeniería política, mucho edulcorante y dosis masivas de promoción.

Necesitan lo mismo que la bolsa de estas famosas croquetas para posicionarse en el mercado.

Utilizan la publicidad, la colocación  precisa en la estantería, es decir en los medios de comunicación adecuados, y, aprovechando que la rapidez de la actual sociedad impide un cierto sosiego antes de elegir, dar gato por liebre.

Por ello, como en todas las facetas de la vida, es recomendable pararse un rato y leer detenidamente el envoltorio para cerciorarse que es lo que se compra. No vaya a ser que, creyendo que vamos a comer saludable, nos entre en vena una dosis masiva de calorías y productos innecesarios. Al tiempo.




*Para los lectores que no han tenido ocasión de conocer la realidad de la historia política contemporánea de España, informo que Franco fue un dictador sanguinario. Dio un golpe de Estado en 1936 que provocó una guerra civil, conflicto bélico que duró tres años y provocó millones de muertos. Posteriormente mantuvo un sistema dictatorial en España desde 1939 hasta su muerte en 1975 caracterizado por una profunda represión ideológica, falta de derechos democráticos y una exaltación de los valores del fascismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario