martes, 22 de septiembre de 2015

¿Dónde están las piedras?

Los últimos días la efervescencia informativa nos lleva casi a un monotema . Cataluña. Pero basta salir a la calle para darse cuenta que la realidad, de los ciudadanos, discurre por otros derroteros. Como suele suceder casi siempre. Si surge el tema que parece que va a cambiar de forma radical la vida de los españoles, incluidos nuestros compatriotas que viven en Cataluña, las palabras que escucho son de una sensatez que ya desearía tuvieran algunos que andan sermoneando por aquellos lares, aludiendo a la felicidad de las mujeres, al pleno empleo o a la caída de los impuestos en la arcadia feliz de la denominada independencia.

Los ciudadanos, que suelen ser sensatos, saben que a pesar de las dificultades se va a solucionar y, también saben, que será más fácil cuando en el gobierno de España esté un equipo menos intransigente y los actuales acompañantes del señor Mas, que verán que su resultado electoral será normal, se den cuenta que nada pueda iniciarse con una sociedad dividida. A lo que suceda tiene una dinámica y un contexto, se le suele llamar iniciar un diálogo dentro de los cauces constitucionales, aunque por estas tierras gallegas tenemos dos palabras más agradable y muy significativas, "tener sentidiño ".


Porque los temas que de verdad se escuchan en las calles, en estos días, se divide entre los costes escolares que, una vez más, están sufriendo las familias en este comienzo de curso, las agendas de los abuelos para poder conciliar la vida familiar y laboral y cierto hartazgo con el Gobierno por su discurso vacuo y de gran ligereza sobre que todo va económicamente bien, o que van a tener dinero fresco en el bolsillo y muchos días de asueto en estos días previos a las elecciones los ciudadanos, como si los funcionarios fueran los únicos trabajadores de este país. También, si uno presta atención a lo que se habla en las cafeterías y sobre todo en los corrillos de los jóvenes, los "minijob" forman parte de las discusiones. Esta nueva forma de encontrar un empleo, por horas, sin derechos y escaso salario propiciado por la política de regresión de los derechos laborales de los ciudadanos. Mini contratos que crean la ilusión de unos euros en el bolsillo y la frustación de no otear un futuro seguro. Y por supuesto mucho se habla, en estos días, entre los amigos y familias de la horrible y espeluznante forma de tratar a los miles de refugiados que escapan del terror, el hambre y la guerra. Como dice un buen amigo, "cada cierto tiempo asusta Europa".

También es cierto que la vida y las expectativas de la gente tienen otros intereses menos profundos. Hace unos días paseaba por la calle y se acercó un vecino, me preguntó donde estaban las piedras originales de unas calles que se habían arreglado hace una década. Insistía en que debía conocer su destino. Tal fue su contumacia en relación a las piedras que imaginé que su interés iba más allá de la supuesta mejor calidad de las anteriores piedras. Entablamos una conversación que me permitió explicarle los motivos de algunas sustituciones y decirle que la mayoría seguían en los mismos sitios. No parecía que pudieran convencerle del todo mis palabras pues no pude, por desconocimiento, decirle donde estaban las que se habían sustituido. Por lo que terminamos la charla más o menos en tablas en lo referente a si unas eran mejores que otras. No en lo otro, en su pregunta. Estaba convencido que como alcalde en aquella época tenia que saber el destino de todo lo que se moviera en la ciudad. Nos despedimos y me quedé con un regusto amargo, pues me entró la duda sobre si mi falta de conocimiento, del destino de las antiguas piedras, le llevaría a pensar que me las hubiese llevado yo. Teniendo en cuenta los estereotipos políticos, no se si estaré del todo equivocado si pienso que esa fue la razón, y no hablar de la calidad de las piedras, por la que se acercó y me preguntó ¿Dónde están las piedras?

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