jueves, 30 de julio de 2015

El salario del jardinero

Cuando visito una ciudad me gusta ver y disfrutar de sus plazas, jardines y parques. Muestran en la mayoría de las ocasiones un adecuado mantenimiento, y dan una idea del proyecto de calidad que esa comunidad quiere para su entorno. Mucho se ha recorrido en las ultimas décadas en sus cuidados. Suelen ser un buen termómetro para valorar la gestión.

Recuerdo a Pepe Isbert, alcalde de Villar del Río en la película "Bienvenido Mister Marshall", exclamando que la plaza sí, pero que debía de tener una fuente con chorrito. No se si fue vanguardista este imaginario alcalde, pero la afirmación contribuyó a llenar de fuentes nuestros espacios públicos durante aquellas décadas. No había espacio libre donde el alcalde de turno no colocase un chorrito.

Con la democracia el desarrollo de los espacios verdes de nuestros pueblos y ciudades han tenido un cambio espectacular. Se convirtieron en referentes de la calidad de vida de los municipios. Siempre he tenido una particular tendencia a valorar el trabajo de los jardineros. De su dedicación, del empeño y planificación que realizan y la importancia que tienen en la vida cotidiana. Normalmente el jefe del servicio de jardines es un aliado, muy apreciado, del alcalde.

No suelen ser noticia los jardines y sin embargo nos permiten tener unas ciudades amables.

Estas últimas semanas las noticias van por otros derroteros en las urbes. Debido a la constitución de los nuevos gobiernos y corporaciones las informaciones andan liadas con los salarios de los munícipes, los emolumentos de los alcaldes y alcaldesas, los salarios del personal de confianza. Algo similar ocurre con los gobiernos autónomos.

En la mayoría de las corporaciones los acuerdos de sus mayorías se ajustaron a la horquilla establecida de las tablas vigentes, de acuerdo a la ley de régimen local. Salarios nacidos del consenso y que pretendían dar una homogeneidad y proporcionalidad en todo el territorio. Pero en algunos, los menos, han decidido poner unos salarios por debajo de esas referencias.

Estaremos de acuerdo que lo lógico y normal en cualquier colectivo, empresa, institución es que las remuneraciones se establezcan en relación a la responsabilidad, dedicación, obligaciones, al tiempo vital dedicado a atender este puesto. De la misma forma esas remuneraciones deberían estar relacionadas con la totalidad de los trabajadores de esa institución, para evitar conflictos entre las diferentes escalas y responsabilidades. Salvo que se descubra otra plausible forma, esta es la única que evita distorsiones y pone en justo valor el puesto y el trabajo a realizar.

Volviendo a los jardines, lo lógico es que cuando se establece el salario al jefe de servicio de los jardines su cifra estará en relación a los objetivos planteados, a la importancia de su trabajo, a las personas que tiene a su cargo y bajo su responsabilidad, al estado de los jardines, a las hectáreas de zonas verdes, al tamaño del ayuntamiento. Estoy seguro que su cuantía no se cuestiona y tampoco que sea superior con la que tienen los jardineros a su cargo.

Pues bien ¿es congruente que esto no se cuestione y sea objeto de debate que el alcalde del consistorio cobre más que el jefe de los jardines municipales?

¿Acaso la responsabilidad, la dedicación, el trabajo de un alcalde no está por encima de cualquiera de los funcionarios de la administración, de la que es su jefe de personal y máxima autoridad? ¿Asumimos que el salario de los alcaldes y concejales es alto y no el de los funcionarios? ¿Admitirían los funcionarios que se les rebajase su salario visto que el alcalde decide que al suyo, por su dedicación, esfuerzo y responsabilidad, le corresponde una retribución salarial inferior a la de sus trabajadores?

A estas preguntas estoy seguro que todos responderíamos con sensatez, pero algunos dirían que no es preciso este calificativo aduciendo que son decisiones políticas. Incluso argumentarán que es un mensaje en solidaridad con la sociedad, confundiendo lo que debe ser austeridad y rigor en la gestión con un correcto salario. Como la remuneración que tienen el resto de trabajadores públicos. Trabajadores, funcionarios que siempre han expresado que debería ser más alta.

Nunca sabremos si el motivo, de las decisiones de bajar los salarios de los representantes municipales por debajo de las tablas salariales de sus propios ayuntamientos, reside en que piensan que la labor política no debe ser valorada. O si han interiorizado la campaña, de desprestigio de la actividad política, llevada a cabo en los últimos años al generalizar los comportamientos individuales y asuman que la actividad política no tiene valor. O lo hagan por pura demagogia, que también puede suceder.

Porque la cuestión no es si el salario debe ser alto o bajo. El concepto, que diría el famoso Manquiña, es si es justo, transparente, equiparable a los de la administración donde ejercerán su labor y permite a cualquier español acceder en igualdad al servicio publico representativo.

Quizás no sean conscientes que esta decisión política de no valorar y retribuir de acuerdo a las responsabilidades, y a la tabla salarial de las administraciones donde llevan acabo la acción política, sesga las posibilidades de ser servidor publico temporal.

Lo sesga porque la realidad de España muestra que hay ciudadanos, que con su esfuerzo y honesto trabajo han alcanzado una determinada situación económica, que si son reclamados en un momento de su vida para presentarse a unas elecciones declinaran la oferta.

¿Acaso creemos, sin hacernos trampas mentales, que por arte de magia al ser nombrados o elegidos dejaran de tener que pagar sus hipotecas, sus facturas, sus responsabilidades familiares previas o que su vida, y de su familia y de sus acreedores, se acoplará a su nuevo salario? Seguro que la respuesta es no.

Siempre los debates sobre salarios de los políticos son apasionados y normalmente despectivos. Para resolverlo, con equidad, el municipalismo adoptó, por consenso, un sistema transparente, y proporcional que evitase situaciones alejadas de la realidad social, se ajustasen a las necesidades de los consistorios y a la realidad de la actual situación económica.

Para propiciar, usando la terminologia "nueva", que la gente pueda ser activista a tiempo completo y no la élite. Traduciendo: que nadie tuviese trabas económicas para ser político a tiempo completo.

Pues las dificultades aparecen cuando las reglas de juego no son equitativas. O se colocan de acuerdo a los perfiles de los que dirigen, en un momento concreto, las instituciones y no a los de la sociedad en general.

Dejar en exclusiva la actividad política a los que tengan su vida resuelta, y además patrimonio abundante, es un retroceso. Lo vivimos en el siglo XIX y principios del XX, cuando la política solo era para las élites.

Que solo puedan dedicarse a ella quienes no tienen ninguna responsabilidad familiar, económica o vital previa también va contra los criterios de una democracia avanzada.

Así pues si dejamos de un lado la demagogia, nos centramos en la realidad y ponemos luces largas seguro que todos, sin excepción, estaremos de acuerdo que el jefe de jardines debe percibir un adecuado salario acorde al esfuerzo, dedicación y formación precisas para desempeñar su labor. El mismo argumento debería servir para los elegidos en representación del pueblo.

Aunque también puede ocurrir que al final toda esta reflexión quede en nada pues se hagan trampas y que no se "baje" el salario sino que se coloque en función del perfil de la persona, o que se camufle en una ristra de conceptos que lave la cara pero mantenga lo que se abjura. El tiempo lo dirá.


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