domingo, 21 de junio de 2015

QUIJOTEANDO

Ando estos días releyendo a nuestro autor más universal. Estoy disfrutando de su libro "El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha". No he buscado en el libro comparaciones con las decisiones y actuaciones de ciertas fuerzas políticas. Mi único interés era comprobar, con un libro singular y pasados los años, si la lectura placentera enriquece más que la realizada de manera obligada en los curriculum escolares. A fe cierta que lo he podido comprobar, y favorablemente.

Me ha permitido disfrutar de forma intensa y encontrar nuevos sentidos a las escenas que Miguel de Cervantes imagina y describe. Un ejercicio mental ameno. Pasar de la sonrisa a la risa franca o de la pausada reflexión a la avidez para descifrar palabras que, por las dinámicas lingüísticas y sociales, han desaparecido de nuestra vida diaria ha sido un experiencia agradable.

Sin embargo cada momento, anécdota o reflexión de nuestro Don Quijote y las enmiendas del amigo Sancho me llevaban, de forma inmisericorde, a la realidad de estas fechas. Por lo que con mi gozo en un pozo no puedo resistir, por más que mi ánimo se rebele, a relacionarlo con la actividad política actual.

Oteando el horizonte, y dejando las concreciones al arbitrio del lector para hacerlo copartícipe de mi reflexión, observo una serie de escenas que hacen que el ensoñamiento, la fabulación, la vida irreal y las vicisitudes reflejadas en nuestro caballero andante quedan ampliamente sobrepasadas.

Asistimos en breves plazos  de días, incluso de horas, a expresiones y decisiones que dejan las de Alonso Quijano en mero alumno, y poco aventajado. Y no son únicamente  las sentencias, decisiones, actitudes o comentarios emitidos, ciertamente asombrosos, las que colocan a nuestro hidalgo como el más cuerdo de los mortales. Lo preocupante es cuando comparamos el iluso mundo de Don Quijote con la irreal descripción que hacen de España o las prioridades que eligen para dar respuesta a los problemas de la sociedad.

Admitiendo, sin dudar ni un momento, que cada uno puede pensar lo que le venga en gana lo preocupante son sus intenciones. Los deseos de llevarnos por el discurrir de sus pensamientos, y convencernos que lo que vemos y soportamos son gigantes cuando bien sabemos que son molinos. Cuestión que estaremos todos de acuerdo es muy diferente. Sobre todo cuando además de ver claramente los molinos pretenden que, como dice el dicho, comulguemos con sus piedras.

Por ello cada día que pasa se hace más preciso un cambio con certezas.






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