jueves, 7 de mayo de 2015

INFORMACIÓN O AGITACIÓN

Con la facilidad de uso de las herramientas digitales y la capacidad de las nuevas tecnologías para facilitar ejercer la actividad periodística, han aparecido innumerables soportes informativos.Un maremagnun de destellos con capacidad informativa. Todo ello además en el contexto temporal de la crisis económica global.

Entre las infinitas posibilidades está la capacidad de llegar segmentariamente, y por ende ser selectivos, al receptor de la información. Dándose la paradoja que la globalidad se combina con la individualidad o grupalidad  receptiva a la información divulgada. Acentuada esta cuestión por la imperiosa necesidad de los nuevos medios, y los tradicionales, de fidelizar a sus potenciales clientes.

Por ello vemos como cada vez, con más intensidad, los medios informativos seleccionan las informaciones que emiten para llegar y retener o agradar al máximo a un ciudadano concreto, al segmento social o de edad preciso o al grupo ideológico más propicio para su negocio empresarial.

Como consecuencia cada vez es más difícil encontrar soportes informativos de consumo general, es decir, que alberguen noticias, datos u opiniones que permitan, a la mayoría de los usuarios, comodidad intelectual o emocional cuando se accede a ellos.

Y da paso al refugio del ciudadano en el medio que mejor le da una sensación de pertenencia o comodidad con su posición personal, social e ideológica.

Tradicionalmente los medios denominados, o autodenominados, conservadores fueron más proclives a acrecentar y valorar con mayor énfasis, o sin critica alguna, la acción de los gobiernos y partidos de derechas. Minimizando la presencia de las corrientes ideológicas opuestas.

Los medios informativos que se movían en el denominado progresismo o acuñaban en sus editoriales esa característica, establecían con mayor énfasis que la objetividad debería imponerse sobre el nicho sociológico de sus usuarios, dando cabida a todos los espectros ideológicos en sus informaciones y opiniones.

El resultado era que la derecha mantenía el acceso a la difusión de sus intereses, en todos los soportes informativos, y la izquierda tenía que asumir la neutralidad de la información.

En ambos espectros informativos la derecha siempre salía triunfadora. Mi parte y una parte de la otra ración.

En estos años han surgido innumerables plataformas generadoras de opinión e información.

Unas de marcado carácter empresarial que han llevado a dos tipos de publicaciones, de acuerdo con el sesgo ideológico que desean retener para obtener viabilidad económica. Curiosamente se han situado en las dos extremos del arco ideológico, la derecha extrema y la extrema izquierda.

Otras nacen como producto de militancia activa, ya sea asociativa, auto empleadora o individual. Con diferente dimensión corporativa.

Novedades que al rebufo de las redes sociales, del influjo de los mismas en las nuevas formas de hacer periodismo, y de los cambios de habito de los ciudadanos han conseguido tres novedades importantes por las consecuencias que tienen en la posterior conducta del usuario.

La primera es trasladar al ciudadano la percepción que son infinitos los "impactos informativos" que la noticia tiene, y como consecuencia la importancia de la misma. Y por lo tanto dotar al medio de la sensación de influyente, sin tener constancia real de ello. Sensaciones frente a realidades.

La segunda es una asombrosa capacidad para que las noticias aparecidas en soportes minúsculos, o muy selectivos cuando no testimoniales, salten hacia las tradicionales formas de periodismo, el periódico de papel, las ondas de las radios de siempre o las televisiones generalistas incrementando su conocimiento o propiciando un estado de opinión. O a la inversa, propiciar que una información de escaso alcance en  los medios tradicionales, pueda ser convertida en una gran noticia por la gran difusión obtenida en los nuevos soportes de uso masivo e individual. Nace un viaje en todas las direcciones que amplifica o minimiza una información, pero donde ya no es dueña de ello quien la emite sino la tendencia del usuario.

Y la tercera, una magnitud de informaciones, una vorágine de datos, que hacen que el tiempo de vida mediática sea escaso, cuando no efímero. Y por lo tanto muchas veces desapercibido. Cuestión que incita o hace imperiosa la necesidad de "acrecentar" el interés del usuario de cualquier forma posible, para conseguir alcanzar su atención.

Tanto unas como otras nos lleva a una situación en la que es imposible definir una noticia como insulsa, importante, banal, interesante, etc. O que el redactor de la noticia o la opinión controle y predefina el impacto mediático que tendrá.  Incluso la utilización de técnicas de atracción no garantizará el éxito de esa noticia. El control pasa a ser del usuario, en razón de su tiempo, su interés y su capacidad de acceso al medio. O de su situación personal, laboral, generacional.

La paradoja de la globalidad de la información. Se concentran los medios a la vez que se crean emisores cada vez más autónomos de opinión e información, y el usuario se encierra cada vez más en su interés concreto y temporal, seleccionando la forma de obtener la información o que tipo de dato quiere.

Como consecuencia la información ha pasado de ser un relato, más o menos fiel de la realidad, a convertirse en una mezcla de agitación y realidad. Siendo precisa la elaboración de la información para afianzar la fidelidad con el usuario.

Algunos dirán que es malo, otros que es bueno. Como siempre cada momento histórico tiene sus características, y estas parece que son las de nuestro tiempo. Y con ello debemos convivir.

Quizás lo que falta, para conseguir una reglas de juego informativas más claras para el lector, el oyente, el televidente, o el digital es que se conozca, editorialmente, las preferencias ideológicas y partidarias de quien emite la información. En consonancia con los niveles de transparencia que se piden para los otros poderes. Pues aunque los tiempos cambian y también los soportes informativos, el periodismo sigue siendo el cuarto poder tal como acertadamente lo definió Edmund Burke, quizás con más intensidad que en épocas pretéritas.

Así los ciudadanos sabrían diferenciar, y aceptar, la combinación de agitación e información que hoy forma parte de la estructura de los medios de comunicación en todo el mundo. Y todos contentos.




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