lunes, 20 de abril de 2015

Peripatéticos.

Releer escenarios históricos suele ser una de las mejores formas de entender la realidad de hoy, y predecir acontecimientos. Es verdad que no explica todo lo que acontece ni concluyente en lo predecible, pero una parte importante se puede entender acudiendo a ella.

Buscando en procesos filosóficos y democráticos a lo largo de la historia, encontré en la Grecia antigua una escuela de formación y democracia, simple y de larga vigencia. Una escuela de formación democrática, científica, filosófica y de acceso a la sabiduría basada en una técnica hoy en día bastante olvidada, enseñar a la vez que se camina. Se denomina Peripatética.

Y dejando a los peripatéticos en los tomos filosóficos encamine el rumbo de la navegación, esta vez por la red, hasta nuestros días donde encontré un artículo de Antoni Gutiérrez-Rubí en su blog Micropolítica. Antoni, brillante consultor político, hacia una referencia a ellos y aprovechaba para relacionarlos con las formas de acción política de hoy en día. Reflexión interesante que me induce a realizar la mía.

Aprovechar el camino, el paseo para explicar, escuchar, aprender y conocer. Conceptos que hablan de proximidad y contacto con la realidad.

Salvando todas las distancias cronológicas con el inicio de este método, se puede hacer un paralelismo con lo que se pide de forma creciente, a los que se dedican a la actividad política, en nuestros días. "!Qué pisen la calle, qué escuchen a los vecinos, qué expliquen sus proyectos!" son exclamaciones que oímos últimamente con diverso grado de intensidad. O  "!Qué cuando se dediquen a la actividad política conozcan la realidad social en la que viven!" Puestos a ello !Qué sean los peripatéticos del siglo XXI!

Y se dice porque se ha afianzado la idea de que no lo hacen. Globalizando y socializando lo que le puede ocurrir a algunos, al convertir en verdad absoluta, y de acuerdo a esa simplificación afectar a todos.

Pero por el bien común, y por el reconocimiento, deberíamos hacer un esfuerzo para evitar generalizar. Vencer la inercia, combatir la afirmación, tan rotunda, que ha anidado de forma intensa en la ciudadanía sobre la lejanía de sus representantes, pues sabemos bien que la realidad como dice la expresión, "va por barrios"

Debemos hacerlo por higiene democrática y por algo que es preciso hacer, cada vez más, en nuestra sociedad. Una sociedad sana y moderna debería distinguir, diferenciar, premiar al que hace bien su labor y desechar al que se queda obsoleto o no lleva a cabo su trabajo, acorde a los nuevos parámetros exigidos en la vida política, laboral o económica.

De esta manera podríamos señalar a los que están ausentes de la realidad que los rodea y atender y entender, con más dedicación, a los muchos que lo hacen. En todas las facetas de la vida.

Porque no solo en la política se necesita esa cualidad. En todas las actividades profesionales se necesita ese habito tan saludable como es el de estar en contacto con la realidad. Y, además, porque es necesario romper estereotipos.

Algunos ejemplos ajenos a la acción política, de tres estamentos bien definidos de nuestra sociedad, pueden certificar que, siempre, es malo generalizar comportamientos o definiciones.

Se dice que la Universidad es una de las estructuras más endogámicas que existen y, existiendo todavía reductos, cada vez es un ejemplo de apertura social y mestizaje intelectual e ideológico. Cualquier paso por las decenas de nuestras universidades lo constatan.

Otro ejemplo de generalidad con carga negativa es la atribución de tradicional a la justicia. Al asociar la palabra tradición, únicamente, a la sentencia de que solo se nutre de una clase social de ideología marcada. Y sin embargo cada día observamos, con más intensidad en las últimas décadas por el acceso en igualdad de oportunidades que ha propiciado nuestra democracia, que los profesionales que la integran reflejan la diversidad social e ideológica de nuestro país.

Lo mismo ocurre con ciertas actitudes individuales en nuestras fuerzas armadas. Estereotipos que la realidad inhabilita para la aplicación a la totalidad de sus componentes.

Igualmente sucede, por ser irreal, con el veredicto mediático de que todos los políticos no pasean, no están en la calle y no hablan con sus vecinos, y por ello están alejados de sus necesidades y demandas. Estereotipo y generalidad.

Me permito remitirme a está escuela aristotélica para contradecir esa afirmación global y negar la mayor.Y afirmar que los peripatéticos del Siglo XXI son los miles de concejales y concejalas que escuchan, aprenden, enseñan y explican paseando por sus calles y plazas con sus vecinos.

Porque eso es lo que hacen diariamente, sin preocuparse del día de la semana o de la hora que surge un problema, miles de nuestros conciudadanos que creen y viven el servicio público. Conocen sus problemas, saben de sus inquietudes y viven como viven sus vecinos.

Lo hacen en la mejor escuela de democracia que existe, la política municipal. Va por ellos mi reconocimiento, en este momento previo a la liza electoral municipal.










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