viernes, 27 de marzo de 2015

Sin emociones es imposible

Son las emociones las que mueven a las personas. Esa emoción que sientes cuando encuentras a la persona que te da cariño, la que te acompaña y te da respuesta ante un problema agobiante o simplemente describe la situación que te rodea, y su resolución, con una empatía que hace que te sientas seguro ante los cambios que propicia.

Y de ahí sale un impulso para recorrer, en común, un camino, porque se genera un sentimiento de pertenencia, de tranquilidad. Por ello confías y lo sigues.

O lo buscas.

Como buscas el encuentro con tus padres, tus hijos o tus amistades, tus compañeros de fatigas, de ideas. Confías en ellos. Son de los tuyos, dices. Compartes, mediante la emoción, con ellos, las inquietudes, las vivencias, las ilusiones. Porque nadie es, conscientemente, un solitario.

Así se mueven las personas, se enganchan unas a otras y confluyen en un mismo camino. Porque se emocionan con lo que escuchan, con lo que se hace. De paso se consigue un férreo lazo de unión, que lleva a la confianza.

De eso va la política y los liderazgos. De emociones y sentimientos. Para estar unidos gracias a la confianza.

También las emociones provocan los rechazos, pero más la falta de ellas. Cuando falta emoción es imposible retener a nadie. Ilusionar.

Cuando la emoción desaparece surge la desafección, el abandono y la búsqueda incesante del interlocutor adecuado, que diría Carmen Martín Gaite.

Son las emociones que dan rienda a los sentimientos. Y estos afloran de muy diversa forma. Y la actividad política consiste en canalizarlos hacia un buen fin.

Cuando hace 135 años, exactamente el 2 de Mayo de 1879, veinticinco hombres se reunieron en Casa Labra y fundaron el PSOE, los unía unas mismas ideas. Pero tras ellas estaba la emoción surgida porque percibieron que servirían para cambiar la vida, en aquel momento miserable, de millones de sus compatriotas. Sus vidas ejemplares, sus palabras y actos, además, supieron provocar suficientes emociones para que nuevos ciudadanos se sumaran a ese proyecto. Por eso crecieron y se convirtieron en un gran partido.

Consiguieron un hilo conductor que, generación tras generación, ha permitido llegar hasta nuestros días, con total vigencia, el proyecto socialista. Cada generación se afanó en propiciar nuevos sentimientos de pertenencia. Con altibajos por supuesto, porque las emociones ni son eternas, ni constantes, ni fluyen en fija cantidad. Pero están ahí y hay que extraerlas. El PSOE, sus dirigentes y militantes, siempre supieron hacerlo.

Así es es la vida. Y la política no puede ser de otra forma. Emociones, sentimientos y seguridades. Y por este orden. Por eso se ganan las elecciones.




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