Ayer, 9 de Noviembre de 2014, se produjo un fracaso. Y como todo fracaso una insatisfacción colectiva. En suma un nuevo problema a resolver. Si no fueran pocos los que tenemos.
Bastante gente votó pero la realidad fue el ejercicio de una nueva forma de manifestación, por mucho que se empeñen en lo contrario sus impulsores. Un sucedáneo además peligroso, pues en democracia votar es lo más sagrado. Votar exige censo oficial, presidente e integrantes de mesa elegidos por sorteo, interventores, papeletas diferentes y autoridad en el colegio electoral, el presidente de la mesa, para impedir todo tipo de manifestaciones verbales o sugeridas que distorsionen la libertad al emitir el voto. Ayer se conculcaron muchas de estas obligaciones.
Y debería hacer reflexionar al Presidente Mas semejante vulneración de un derecho individual, sagrado en democracia, como es la forma de votar. No caben el argumento de que el Estado no le dejó organizar una consulta y por ello conculcar las obligaciones de la ley electoral.
Si las decisiones del Tribunal Constitucional, a instancia del Gobierno, lo impedían en este momento procedimental, los recursos elevados por el Gobierno central y la Generalitat, ya indicarían como hay que hacerlo de acuerdo a la ley que nos hemos dado. La seguridad esta basada en la legalidad y quien representa al Estado en su territorio nunca debería haber permitido una banalización del acto de votar. Pues se empieza por ahí y no se sabe por donde siguen los derroteros.
Confundir y alterar lo que debe ser un referéndum o una consulta con un simulacro de participación, también es peligroso. Los primeros le dan a los votantes todas las garantías; los segundos, por mucha preparación tecnológica y controles, no se ajustan a la ley electoral. Única garantía de seguridad para los ciudadanos. La democracia además del derecho a votar es hacer bien las cosas, es decir que se sepa claramente lo que se hace cuando se va a votar, y lo que significa su resultado.
Un fracaso cívico, que no político como luego explicaré, para CIU y ER que prometieron una consulta legal y acabaron convocando un día de protesta.
Un fracaso, también cívico, del PP que ante un problema político y ciudadano optó por la confrontación, disfrazada interesadamente del respeto a la legalidad. Propiciando una polarización en la sociedad catalana y un caldo de cultivo para el concepto, inexistente, del derecho a decidir.
En suma ante meses de desencuentros y reproches una nueva insatisfacción. Y los gobernantes no deben propiciarlas, al contrario reconducirlas o eliminarlas.
Es cierto, absolutamente cierto, que la soberanía reside en el pueblo español en su conjunto, lo es también que la Generalitat no puede hacer referéndum, y también es necesario que quienes gobiernan deben cumplir y hacer cumplir la ley. Pero también es una realidad que el desarrollo autonómico en los últimos treinta años ha avanzado mucho, que la sociedad aspira a nuevas formas de gobierno y de relación. Por ello nuestra Constitución establece como debe reformarse. Es decir, los constituyentes ya pensaron que no era inamovible la Constitución del 78. Y ahí está solución.
Que por cierto es la propuesta del PSOE.
Pero como ni CIU, ni ER, ni el PP desean resolver el problema sino cargarse de razones políticas, sentimentales, utópica o irredentas para seguir cosechando votos, los unos exclusivamente en Cataluña y los otros en el resto de España. Se ha llegado a esta situación.
Por eso hablo de fracaso, pero cívico. No hay duda que este pasado domingo estas tres formaciones llenaron un poco más sus depósitos de gasolina, para ulteriores procesos electorales. Pero también es cierto que lo acompañaron con más frustraciones, más confrontaciones y más distancia que recorrer para volver a lo que de verdad posibilitará acuerdos, el diálogo. Y eso es malo para la convivencia. Aunque sea en el cortoplacismo eficaz para conseguir votos.
Los nacionalistas pondrán en sus eslóganes una pizca más de irredentismo y alentaran que"no nos entienden". Y el PP presumirá de haber cumplido la ley y evitado que España se "rompa". Y se quedaran contentos. Mientras millones de catalanes quedaran perplejos. Y el resto de españoles preocupados.
Siempre en estos conflictos queda en situación complicada el que en la mesa pone la cordura y la tranquilidad, con propuestas lógicas y de futuro como ha hecho el PSOE, pues no estamos en momentos sociales para decir cosas normales. Ni los extremos lo permiten, ni ciertos medios de comunicación están por la labor.
Sin embargo esa actitud y propuesta es lo que garantiza, a los ciudadanos, la tranquilidad que aún quedan fuerzas políticas que son garantía del cambio seguro y tranquilo. En un primer momento quedan distorsionados por el ruido de los que gritan, pero luego son los únicos que pueden resolver los conflictos y las desilusiones.
Y los ciudadanos, hartos de la crisis económica y social, quieren partidos que les resuelvan los problemas, no que los creen y ademas los alimenten.
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