Empiezan los comentaristas políticos y los tertulianos a desarrollar teorías acerca del debacle, electoral, del PP en las próximas contiendas. Lo hacen al rebufo de las últimas encuestas, gravitando sobre ellas las informaciones de los últimos días. Noticias muy preocupantes y de gran importancia pues han dejado a los ciudadanos con un gran desasosiego.
Sin embargo si observamos el recorrido de los datos electorales, sondeos y europeas, hay otras causas que explican, en mayor medida, el deterioro electoral de la marca PP.
La, posible, derrota del PP se ha ido fraguando a lo largo de estos tres años.
Años donde la sociedad española ha retrocedido en todos los aspectos, los que se pueden cuantificar y los que se denominan cualitativos o de valoración personal o grupal.
No hay ni una estadística que de una cifra de ilusión o de confianza en el futuro, después de la inmensa confianza electoral que los ciudadanos le dieron al PP y a Rajoy en las ultimas elecciones generales, que permita pensar que puedan tener un nuevo apoyo electoral.
No solo porque el estado de decepción y cabreo se haya incrementado ante un gobierno que ha incumplido todas y cada una de sus promesas electorales. Sino por que se puede cuantificar el antes y después de la gestión del PP. Y sobre todo porque los ciudadanos lo viven diariamente.
La caída salarial ronda una media del 3,5 %, los repagos sanitarios se impusieron afectando a la vida de las familias más necesitadas y colectivos con más problemas como los pensionistas, se les vuelve a llevar por tercer año consecutivo a una perdida de su poder adquisitivo. Los funcionarios llevan tres años con sus salarios congelados.
El paro se incrementó en más de un millón y medio de personas y la caída de los subsidios a los parados de larga duración han dejado a cerca de tres millones de personas sin ningún recurso. Los contratos laborales que se crearon, basados en una reforma laboral que penaliza el acuerdo, los convenios y las garantías, son cada vez más precarios y más baratos. Lo que unido al dato de menos horas trabajadas, refleja una situación de estancamiento económico del país. De empobrecimiento del trabajo.
Los impuestos y tasa han sufrido un incremento importante y la reforma fiscal que prepara el gobierno vuelve a castigar a las clases medias. Cerca de nueve millones no se verán afectados por las disminuciones impositivas, y se agranda la brecha entre las rentas del capital y el trabajo.
El IBI en las ciudades se ha disparado, y a la vez la red social de ayuda a los más necesitado, ha caído vertiginosamente debida a la falta de recursos en política social en los presupuestos. Y las tasas judiciales han dejado sin efecto el acceso a la tutela judicial efectiva.
Se produjo un rescate bancario nacionalizando entidades, para, después de ser saneadas, ser vendidas a precios testimoniales. Pero el crédito no fluye a las familias ni a los autónomos.
La sanidad publica que siempre fue, desde los gobiernos socialistas universal,gratuita y de una gran calidad, se deteriora y se colapsa. Provocando que en las últimas estadísticas pasase de la cuarta posición, en calidad, al puesto catorce en el mundo. Y las privatizaciones de los servicios sanitarios han generado una cascada de problemas a los ciudadanos.
La educación, el pilar de la igualdad, se ha resquebrajado. Menos becas, menos cuantía en ellas, menos recursos para los profesores, más alumnos y menos docentes. La calidad se ha resentido y para ahondar más en esta falta de compromiso, con la mejor herramienta para hacer progresar una sociedad, se impone una reforma que supone un paso atrás en los conceptos de una educación progresista y moderna.
La ley de dependencia, sostén de millones de personas muy necesitadas y fuente de creación de nuevos empleos, parada y sin recursos.
La realidad es muy preocupante: niños en situación de pobreza como nunca, familias con todos sus componentes en paro y cerca del 47% sin subsidios, pobreza energética, salarios cada vez mas bajos, pensiones escasas. Familias desesperadas mientras el Gobierno nos dice que la crisis ha terminado.
La falta de un proyecto de un país cohesionado,con una política de liberalismo a ultranza, propiciando la caridad frente a derechos añadido a una falta clamorosa de liderazgo político nos ha llevado a esta situación.
Además hemos visto que las tensiones territoriales en vez de solucionarse, mediante el diálogo y el consenso, se enconan y son fuente de la mayor tensión político- territorial desde el inicio de la democracia. Olvidándose que le corresponde al Gobierno, pues para eso ha sido elegido, el mayor esfuerzo para resolverlas activamente y no para quedarse cual estatua de sal esperando acontecimientos.
Por todo esto y mucho más que queda en el tintero, se derrumba, según indican los datos, electoralmente, el PP.
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