Ya ha pasado la angustia de la espera. Teresa Romero se ha curado. Fueron días de dudas acerca de sus posibilidades de sobrevivir. Incluso ciertos medios de comunicación ya tenían necrológicas preparadas, que pudimos conocer por "errores" de los servidores tecnológicos. Al final todo salio bien para quien, como decenas de profesionales, voluntariamente atendió a las personas infectadas y que, por desgracia, fallecieron. Profesionales que a pesar del miedo y la intranquilidad de exponerse a una enfermedad de gran peligrosidad, atendieron con eficacia.
También durante este tiempo hemos observado como ha gestionado este grave problema el Gobierno, tanto el autonómico madrileño como el de España. El calificativo más benévolo seria el de la incompetencia. Le añadiría el de la frivolidad.
En los primeros momentos actuaron con la creencia, producto de la prepotencia, que los temas que a ellos no les interesa dar realce pueden ser escondidos. Incluso pensaron que podían ser gestionados sin transparencia. Y como gobiernan alejados de la realidad, sus percepciones no les llevaron a sentir la angustia de la población, tanto de la más próxima y afectada como la general, que estaba pidiendo información verídica, datos reales y sobre todo tener seguridad ante las decisiones de sus representantes.
Lo que vimos fue prepotencia y arrogancia. Prepotencia del consejero, ese que dijo que ya venia comido al puesto, poniendo en la picota y responsabilizando a la auxiliar de clínica. Y arrogancia en la Ministra Ana Mato diciendo que todo estaba correctamente hecho, cuando todo el mundo veía y pensaba lo contrario.
Las comparaciones que hoy en un mundo global son inmediatas, permitió a la sociedad española percibir que estaba siendo engañada. Tuvieron la ocasión de comparar.
Ni el plan de prevención era correcto, ni las instalaciones adecuadas, ni el control posterior fue hecho con diligencia, ni el seguimiento ordenado fue científico y en el momento de la aparición de una persona contagiada no se les ocurrió mejor cosa que echarle la culpa a la infectada, acusándola de ineptitud y mentira.
Durante días, y en las comparecencias parlamentarias, no se apartaron de una versión, decir que todo se había hecho correctamente. Actuaron como el que se equivoca de entrada en la autopista y observando a todos los coches en contra, en vez de admitir su error y rectificar, exclama "todos están confundidos". Hasta que se dieron cuenta que les podía afectar...electoralmente.
Entonces apartaron a la Ministra de Sanidad de la coordinación, exigieron al Consejero que pidiera disculpas, y cambiaron el discurso. Ahora había que poner a los profesionales primera línea, eran precisos los consensos, la máxima información y pedir a todos los sectores, instituciones y partidos políticos la responsabilidad de apoyar al Gobierno.
La técnica y la pericia de los profesionales de la sanidad ha permitido que Teresa siga viva, los protocolos científicos y administrativos ahora, parece, se cumplen adecuadamente, y se vuelve a poner en uso infraestructuras desmanteladas por los recortes y las gestiones erráticas en la sanidad madrileña.
Si la Ministra de Sanidad hubiese seguido el ejemplo del anterior gobierno ante el brote de la gripe aviar o porcina, encontraría una forma correcta de afrontar, informar y actuar. Pero en eso no está el actual ejecutivo.
El principal partido de la oposición ha actuado prudentemente, a pesar de que la sociedad pedía ceses inmediatos ante un Gobierno, desbordado, que hizo toda una enmienda a la totalidad a la gestión previa de su Ministra.
Es pues el momento del siguiente paso. Se puede dar porque la situación de crisis inmediata está resuelta. Es lo que se llama acción responsable.
La sociedad española se merece que quienes tienen la máxima responsabilidad, transmitan y les den seguridad ante los conflictos creados o sobrevenidos, por ello alguien debe de asumir responsabilidades cuando eso no ocurre, o hay flagrantes fallos.
En este caso están claras las personas señaladas por la sociedad. La Ministra y el Consejero deben ser cesados.
Así es la democracia. ¿Lo harán efectivas sus respectivos Presidentes?
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