El domingo el Presidente del Gobierno inauguró el curso político de su formación en Soutomaior: en el mismo sitio donde hace justamente un año hizo un discurso lleno de triunfalismos. Luego, vivimos un otoño e invierno de 2013 de extrema dureza, a la que siguió una primavera y verano con grandes nubarrones económicos y políticos. Y con ellos estamos.
El domingo pasado volvió a realizar la misma representación, con algunas variantes.
Ya no pudo presumir de que las exportaciones tiraban del PIB, porque a lo largo del año se demostró que era un espejismo provocado, solamente, por la competitividad de unas condiciones laborables imposibles de mantener y por una Europa que entraba en recesión por la política de recortes y recortes que propician frenos a la demanda en el resto de Europa. Y se agarró al incipiente incremento del consumo, sin citar que algo se mueve en sentido contrario, debilitando la economía, pues la inflación no para de dar cifras negativas.
Tampoco pudo ser triunfalista con el paro y tuvo que utilizar un dato parcial, territorial, para decir que las "cosas iban en buena dirección" y aprovechar para hablarnos de profundas raíces. No podía ser excesivo en su alabanza de las cosas bien hechas en empleo, pues era conocedor del dato que, sabia muy bien, saldría el lunes y se contuvo. Más de ocho mil parados más. Cifra preocupante, pues sigue demostrando que la creación de empleo de los últimos meses está basada en precariedad, y es de escasa calidad.
Nos habló, otra vez de regeneración política y democrática y para ello puso un ejemplo: variar la ley electoral con consenso o sin consenso. Cuestión que ya ni merece comentario.
Y le dedicó, después de, ya, tres años gobernado, una gran parte del discurso a criticar al gobierno anterior. Cuestión casi freudiana y que demuestra que de pocas cosas puede estar orgulloso de su gestión. Ya que de lo prometido, y que le llevó a ganar las elecciones, como garantizar el pleno empleo, no tocar las pensiones, blindar el estado de bienestar, priorizar la educación, preservar una sanidad universal, no subir los impuestos por citar algunas de sus promesas electorales poco puede decir que ha cumplido.
Así que nos volvió a prometer que el futuro sera mejor. Esperemos. Por ahora estas predicciones no se han cumplido para los ciudadanos, y sería mi deseo que se cumplieran. Aunque a tenor de los informes, de la mayoría de los expertos, que indican que acciones que aumentan la desigualdad impiden el crecimiento de un país me producen serias dudas de que lo pueda conseguir.
Por lo que me quedo, de todo su discurso, con su expresión " de brotes verdes nada, raíces profundas". Aquí si que tiene razón, han enraizado de forma profunda en España la brecha salarial, la disminución de las becas, la diferencias en la igualdad, los copagos en la sanidad y la dependencia, la caída de los subsidios a los parados, la falta de garantías laborales, la pérdida del poder adquisitivo de las pensiones, la falta de ayudas a la investigación, el retroceso en la cultura y las subidas de impuestos y podría seguir hasta llegar a decir, con fundamento, que en tres años hemos pasado de un estado de derechos a otro de caridad y de beneficencia y ultraliberal ( por lo de que sálvese quien pueda)
Es verdad que son raíces profundas las que han anclado en tan poco espacio de tiempo y que costará mucho desenterrar. Seguro que seremos capaces. Los españoles se merecen volver a una España de derechos, de bienestar y de más igualdad y solidaridad.
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