Tuve la ocasión de releer hace unas semanas el breve, pero intenso, libro de la estadounidense KressmanTaylor, "Paradero desconocido". Apasionante libro, escrito bajo seudónimo, que narra la relación entre dos socios, un alemán y un judío. Martin Schulse y Max Eisenstein. Ambos se cartean a lo largo de los años convulsos del auge del nazismo en Alemania. El libro apasiona por el contenido de las cartas, pero sobre todo porque cuando fue escrito aún no se había establecido el estado nazi y la barbarie consiguiente.
Esta relectura me llevó a buscar, en mi biblioteca, otros dos libros que tratan de desentrañar las vivencias y las diferentes formas de actuar ante los episodios vividos en esa época. Los volví a leer. Son "Reencuentro" de Fred Uhlman y "El Lector" de Bernhar Schlink. Volvieron a ejercer las mismas reacciones que tuve cuando cayeron en mi mano por primera vez.
Tan lejanos parecen en el tiempo y tan cercanos en la realidad. Setenta años en su punto álgido y más cerca en las secuelas que dejaron en la sociedad alemana y en muchas familias desperdigadas por el mundo. Es un periodo muy corto para que la prisas del momento mundial nos lo lleven a la prehistoria.
Los recomiendo.
Ahora que todas las encuestas electorales acerca de las próximas elecciones europeas vaticinan el "éxito ", en determinados países, de partidos que hacen de su ideario y acción política el populismo, la xenofobia y el odio. O establecen derechos y diferencias por vínculos de sangre o cuna. Estas lecturas serian interesantes combinarlas con sus programas electorales.
Porque el futuro si se puede conocer si recordamos bien el pasado. Es cierto que lo venidero no se puede controlar pues siempre hay variables aleatorias, pero si se puede evitar cierto sesgo si se tienen en cuenta acciones y resultados del pasado. Y se actúa en consecuencia.
Hay muchas responsabilidades compartidas en la situación que aflora en estos momentos en Europa. Y el dedo no debe señalar solo en una dirección. Hasta ahora lo fácil ha sido identificar a la política como la culpable. Sobre todo porque de esa forma se eludían las responsabilidades de otros o se conseguía que la sociedad desviase la mirada sobre los que también son corresponsables. Entre otras cosas porque la alternativa a la "sin política" es la dictadura. En España lo sabemos muy bien.
Invitaría a que tomásemos nota de las emociones de Hans, de los derechos dinásticos de Konradin, de los sentimientos de Michael Berg, de las palabras de Max Eisenstein o de la obediencia debida de Hanna para luchar con todas nuestras fuerzas contra la proliferación de estas ideas. Propuestas que ahora emergen como algo novedoso y que llevaron a Europa a una de sus épocas más infames y desgarradoras.
Pues la cuestión está en encontrar una salida para Europa que sea crisol de solidaridad, progreso, libertades, tierra de acogida y de ejemplo en políticas que favorezcan la eliminación de las desigualdades.
Deberíamos pensar detenidamente todos los que propiciamos lo que se llama "opinión publica" lo que hemos hecho o dicho, para que esos postulados vuelvan a resurgir. Y actuar en consecuencia, pues aunque el refrán dice que "agua pasada no mueve molino" escenarios pasados si pueden volver.
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