En el momento que me dispongo a escribir estas palabras setenta y ocho personas, gallegos y de fuera de nuestra de comunidad, han fallecido en el más trágico y grave accidente ferroviario ocurrido en nuestra comunidad desde 1944. Las previsiones son, por desgracia mas dramáticas.
Palabras que nacen de la tristeza y que pretenden trasladar, desde mi corazón, la solidaridad y el cariño a los familiares de las victimas, a los que están heridos y, también, recordar a los que nos han abandonado de forma tan trágica.
Ayer las imágenes eran dantescas, las emociones salían de nuestras bocas o escritos en forma de breves pero sentidas palabras. Hoy el reposo de las horas y las nuevas informaciones acumulan un mayor dolor y una solidaridad intensa.
Solidaridad que el pueblo gallego demostró ayer de forma ejemplar, de forma anónima en esa presencia en los hospitales dispuestos a donar su sangre y en el trabajo de los profesionales de la seguridad, protección civil y ONGs.
Siempre que se produce un accidente la reacción es de solidaridad y afecto hacia el que lo sufre, lo conozcamos o no. Cuando se produce una tragedia de semejante magnitud, se acrecienta la sensación de horror, impotencia y de proximidad, física y anímica, a los que lo padecen. Y de inmensa solidaridad y afecto.Es este momento.
Son momentos de apoyo, de trasladar afectos y de solidaridad. Luego vendrán las informaciones acerca de las causas que, en mi opinión, deberán ser rápidas y claras para que las familias conozcan todas las circunstancias de lo ocurrido,pues también eso les ayudara a llevar el tremendo dolor que tienen.
Hoy desde los que representamos a los ciudadanos, y desde nuestras intimas creencias, solo corresponde estar con las victimas y sus familiares, apoyar a todos los profesionales que están trabajando en las áreas precisas para resolver todos los problemas y dar nuestro apoyo a las autoridades en su toma de decisiones.
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