Hoy se están celebrando elecciones generales en Italia.
Un país con un peculiar sistema electoral que permite, por ejemplo, que el único canditato que de verdad se presenta a presidir el país pidiendo el voto sea el de la izquierda, Bersani. Mientras que los otros, cuyos nombres salen continuamente en los medios de comunicación, como es el caso de Berlusconi, Monti, o el singular Grillo no se presentan a la presidencia del gobierno, pero sin embargo sus proclamas están continuamente en boca de todos y hablan y prometen como si fueran ellos los que aspiran a dirigir el país con el apoyo de los votos...
Es pues una confrontación electoral curiosa a la que se une la negativa, a excepción del candidato Bersani, a debatir públicamente entre ellos sus propuestas e ideas. El fruto ha sido un monologo continuo durante toda la campaña electoral. Trufado de una gran ola de populismo y de soflamas antieuropeas y anti sistemas constitucionales. Una campaña electoral en cierto grado preocupante, producto de la angustiosa crisis que se vive en los países del sur europeos.
El resultado será muy importante para la estabilidad y el rumbo de Italia. Pero también será de gran importancia para Europa y sobre todo para los países europeos del sur. Sin duda.
Si obtiene una clara victoria Bersani y se consolida un nuevo gobierno progresista, este podría unir sus fuerzas a otros gobiernos socialdemócratas y socialistas, que han ido surgiendo en los últimos meses en algunos países, ante la UE.
Sería una gota de esperanza.
Sería un paso muy importante para ir cambiando los objetivos de la actual política de las instituciones europeas.
Objetivos que en la actualidad están propiciados por la situación, coyuntural, de un mayor numero de países europeos en manos de partidos conservadores.
Y también una dosis de serenidad ante este convulso momento que se está viviendo en la vida política, no solo de Italia.
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