lunes, 25 de enero de 2016

UN PAÍS APASIONADO

España es un país apasionado. Siempre la política ha generado posiciones divergentes y en España mucho más. Pero curiosamente lo estamos observando con mucha más virulencia en los denominados "politólogos", articulistas, opinadores y editorialistas que en los ciudadanos, que están demostrando mucha más sensatez y tranquilidad. Quizás es debido a que la ciudadanía votó.
Y la gente vota como le da la real gana. Es una de las grandezas de la democracia. Con esos resultados, otra de las grandezas de la democracia, los partidos políticos deben hacer virtud. Es decir administrarlos. Y hacerlo como ellos consideran lo mejor para España. Como ocurre en la inmensa mayoría de los países europeos. Sin rasgarse más vestiduras que desear un buen gobierno, controlarlo y en el momento oportuno juzgarlo con la emisión del voto.
Curiosamente, a pesar de que el pueblo es soberano y como decía vota como le da la gana y con los criterios básicos de una democracia que son la individualidad, el secreto y la libertad, la derecha y sus afines ideológicos y mediáticos están empeñados en que el sentido del voto emitido solo tiene una dirección. Y no paran de bombardear con artículos, sentencias, encuestas....que lo "logico" y "estable" es darle la Presidencia y el derecho a formar gobierno al partido de la derecha. Obviando que España es un país articulado políticamente como una democracia parlamentaria, lo que significa que quien gobierna es el partido que tiene más apoyos parlamentarios. Y que corresponde, con toda la legitimidad, a los partidos conseguirlos.
Tanto ímpetu en aplaudir una dirección como en denostar otra es legítimo. Lo que es peligroso es considerar a los votantes como niños de corta edad que no supieran cuando elegían una papeleta electoral las consecuencias de ello.
Bien lo saben los votantes y por ello el resultado es el que tenemos. Quieren diálogo, acuerdos, pero sobre todo no quieren que siga gobernando los que han ejercido durante cuatro años, con mayoría absoluta, el poder. Si fuera así, los hubieran votado de forma masiva.

Por ello este es un momento de serenidad, de dialogar para un proyecto reformista y progresista. Que devuelva derechos perdidos, cree empleo de calidad y genere legislación que propicie la consolidación de nuevos derechos. Y parece que eso exige que el PP de un paso lateral y pase a la oposición y que el resto de los grupos inicien un dialogo. Diálogo que debería mantenerse dentro de los cauces que en los países democráticos, como el nuestro, están consolidados después de unas elecciones. Explicar para qué se quiere hacer el gobierno, dialogar con el resto de los grupos, acordar y finalmente conformar. Hacerlo a la inversa es propiciar desde el principio, no se si por ingenuidad, autosuficiencia o táctica preelectoral, el desacuerdo.

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