viernes, 6 de febrero de 2015

Encabronados

Un buen amigo me contó que un día se encontraba en la calle cuando de un coche, de los denominados de alta cilindrada, se bajó un conocido suyo y este, al verlo, le preguntó ¿qué te parece el automóvil? Mi amigo quiso ser agradable y, además, sincero en su valoración del coche.

Puso en valor el automóvil y enjuició positivamente la adquisición. Incluso, atendiendo a las peticiones del propietario, que se sentía feliz de encontrar una persona que describía favorablemente su coche, se sentó en el sillón del conductor donde pudo apreciar las prestaciones que acompañaban a las que desde el exterior se adivinaban. Al bajarse del coche le dijo "enhorabuena has comprado un magnífico coche". Mi amigo me comentó que el dueño del automóvil se quedó mirándolo, y perplejo le dijo "es la primera vez que escucho alabar un coche y no terminar diciendo pero..."

Mi amigo me dijo que posiblemente, como todas las cosas en la vida, el coche tendría sus más y sus menos, pero que en la vida había que actuar con actitud positiva y pensaba que hacia más feliz a esta persona, poniendo en valor lo positivo y callándose de la nimiedades de lo negativo. Pues eran más importante las primeras, que las segundas. Era un buen coche y tenia muchísimos más aspectos positivos que negativos.

Mi amigo, quizás porque sea un optimista compulsivo, es un "rara avis".

En este país somos poco dados a valorar en positivo las cosas, lo que le sucede a los demás, las situaciones que ocurren. Siempre buscamos una pega que deje al triunfador, al propietario de una casa o coche, al que fue de viaje, al que tiene un trabajo, o que está bien de salud. Incluso cuando las cosas le van mal, le pegamos de pasada otro puyazo, el pero de siempre, para hundirlo más. O al que se esfuerza e intenta progresar no se le reconocen los avances.

Tendemos casi siempre a rebajar las expectativas del otro. Ultimamente, dadas las dificultades que pasamos, esto sucede con más acritud e incidencia. Como si la felicidad o los aciertos de los demás nos cabrease...

Somos cainitas. Bastante.

En política también sucede. Solemos buscar en quien descargar, permitanme la crudeza, las frustraciones. Y cuando encontramos a la persona, al partido, la institución o el colectivo que nos parece más proclive, descargamos nuestro cabreo y lo hacemos sin piedad.

Es lo que le pasa a algunos con el PSOE. A algunos les es imposible encontrar una frase agradable sobre él, y si hace o dice o propone alguna medida siempre encuentran un pero para rebajar, descalificar o contraponer con el fin de desdibujar o desligitimar su acción. Como a ese hijo que se quiere pero que recibe todas nuestras frustraciones o nuestras máximas exigencias. Quizás porque sabemos que lo necesitamos, que siempre seguirá ahí y podemos exigirle más que a los otros...

Pero estoy convencido que el mundo iría mejor si actitudes como las de mi amigo se extendieran más. Por lo menos harían más fácil el trabajo de los demás.


1 comentario:

  1. Un breve seguimiento a los comentarios de compañeros publicados en el face sorprenden por su alto nivel de frustación y cabreo, por lo que creo que todos, especialmente los siempre encabronados, debieramos dedicarle un tiempo de reflexión al asunto durante este frío fin de semana que comenzamos.

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